Bien, seamos sinceros con nuestro niñito interior: desde muy temprana edad a la mayoría nos gusta jugar con agua, cuando todavía somos seres demasiado irracionales como para darnos cuenta de que mojarnos la ropa nos molesta, o que el agua es un elemento no tan eternamente renovable como siempre nos chamuyaron (aunque todavía hay millones de grandulones que hoy en día pareciera que se siguen comiendo este chamuyo, ya sea por ignorancia o mera conveniencia).
Desde que el dinero pasó a ser el motor del mundo gracias al capitalismo (a principios del siglo XX, sin ir mas lejos) la gente que quería ganar plata se dio cuenta de que podía llenar sus bolsillos a cambio de jugar con lo que le gustaba a la gente. Y si de agua hablamos podemos citar a las piscinas, las pistolas de agua,la playa y las cataratas del Iguazú como entes generadoras de capital.
Ahora bien, estamos en el siglo XXI y pareciera ser que todo se mezcla con todo. La telefonía se junta con la comida y nace el delivery; el interés ajeno se junta con la internet y nacen las redes sociales; el rating se junta con mujeres con tanta ropa en su cuerpo como con dignidad en su alma y nace Bailando por un sueño. Y así también, el agua se junta con el teatro y nace Hombre Vertiente.
Bueno, "teatro". La gente que nos trajo Hombre Vertiente es la misma que nos supo traer a los Fuerza Bruta. Los que los conozcan sabrán bien que no estamos frente a un grupo de gente que hace una obra teatral común y corriente. Incluso quizás el término "teatro" no sea el mejor para referirse a esta clase de obras. No aparenta haber historia, ni guiones. Simplemente hay que disfrutarla, y no tanto entenderla.
Y es por esto último que Hombre Vertiente seguramente no sea ATP. La juventud le encontrará (o, teniendo en cuenta que ya no debe estar mas en cartelera, le habrá encontrado) mas sentido y provecho que sus mayores. Tu tía Mari quizás no entienda por qué al principio caen globos de agua del techo que empapan a la gente, por qué a cuatro ñatos les empieza a salir agua del cuerpo como les saldría sangre a cualquier personaje de una película de Tarantino, y por qué promediando el final de la obra aparece un dragón de goma eva que con sus chorros de agua vuelve a empapar a la gente que recién recién se había empezado a secar, mientras unos seres con piloto animan al público cual cordinador de viaje de egresados en Grisú, y uno no sabe si se encuentra en una obra teatral o en un boliche bailable. Repito, puede que tu tía Mari no entienda todo esto. Y seguramente vos tampoco, pero no te importa. Agradecés haber sacado pullman y no campo porque haciendo 11° afuera no te copaba mucho mojarte. Y simplemente disfutás, viendo a la gente abajo bailando y mojándose, entendiendo que no son espectadores de la obra solamente, sino parte de la obra también.
La música es otro protagonista, electrónica y bien fuerte (de onda, quizás era mejor llevarla a tu tía Mari a ver la de Gasalla antes que traerla acá). Y ya que hablamos de música electrónica, no es demasiado descabellado querer comparar a la misma con Hombre Vertiente. Fijémonos: La música electrónica no te cuenta nada importante desde la letra (al igual que Hombre Vertiente desde el guión), no tiene ni introducción ni nudo ni desenlace estrictamente pronunciados, y no tiene un mero sentido si te la ponés a escuchar con el mismo oído que escuchó tanto a los Beatles como a los Redondos. No tenés que ni analizarla ni entenderla, simplemente sentirla y disfrutarla. Y eso hace la gente que sigue bailando bajo la lluvia. Y ante la despedida de los protagonistas, el aplauso es inevitable.
"Linda la obra, ¿pero hacía falta que gastaran tanto agua, sabés cuántas plantitas te riego con el agua que usaron acá?" - pregunta tu tía Mari.
"No, tía" - le decís vos. "el agua que usaron la reciclan así vuelven a usar la misma en la próxima función"
"¡¿En serio?!
"Sí... (o al menos, eso escuché en la promo"
Será verdad, o será mero cuento para evitar confrontaciones ambientalistas; mucho esto tampoco te importa. Y te vas con tu tía Mari, que por hoy ya tuvo suficiente.
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